miércoles, 7 de diciembre de 2011

Puente en Madrid (II) Inesperado Miguel Postigo



Tengo entendido que hace poco, con el pretexto del premio Príncipe de Asturias de Leonard Cohen, hubo un reconocimiento o algo parecido al Campus de Humanidades de la Universidad de Oviedo. Una cita que no me resulta ajena en absoluto, y no porque haya cursado allí, líbreme Undebé, asignatura alguna. Hace ya casi 15 años, fui invitado por primera vez a participar en una de las Semanas Culturales que, si mal no recuerdo, coordinaba en la ciudad asturiana Rubén D. Rodríguez, más o menos en el tiempo en que se fraguaba el movimiento indie que lanzaría a los Manta Ray de Nacho Vegas.


Recuerdo como si fuera ayer el larguísimo trayecto en tren desde Cádiz, uno de esos trenes que ya no se ven, con compartimentos en los que estaba prohibido tumbarse aunque fueran vacíos y señores oscuros que fumaban durante toda la noche con la ventanilla del pasillo abierta, de modo que el humo salía y entraban mil ruidos atronadores. En la estación de Oviedo me estaban esperando, muy de mañana, Rubén y Saúl Fernández, dos tipos que de entrada parecían, por su palidez y seriedad, como salidos de algún filme de vampiros serie B. Lo primero que pensé, lo confieso, es que con aquella compañía iba a aburrirme como una ostra. No podía imaginarme lo equivocado que estaba.


Rubén y Saúl, junto con un tercer mosquetero, Miguel Postigo, iban a convertirse en las tres amistades más inesperadas y divertidas que el frío y encapotado norte podía reservarme. En unos minutos dimos con un montón de afinidades literarias, golpes de humor que nos hacían reír al mismo tiempo, una complicidad, en fin, que no suele ser lo corriente en los foros culturetas. Los tres eran lectores apasionados, pero exentos de vanidades y pedanterías. Sabían leer, sabían beber, sabían divertirse, sabían reírse de sí mismos y, por tanto, tenían patente para reírse de cualquier cosa, especialmente de los santones de la academia y sus monaguillos. ¿Y aquellas revistas milagrosas, más bien fanzines, que nadie sabía cómo las hacían, y sobre todo cómo las financiaban?


Volví varias veces en pocos años a esa ciudad llena de estatuas y de silencios. Allí conocí a Rocío, la que iba a ser mi compañera durante los tres años siguientes; allí conocí también a otros jóvenes escritores amigos que con el tiempo conquistarían notables cotas de éxito, como Andrés Neuman, Yolanda Castaño o Martín López-Vega. Pero mi pandilla ovetense siempre serían Rubén, Saúl y Miguel. Aunque nunca volviéramos a reunirnos.


De vez en cuando, en los premios literarios a los que me invitan, suelo encontrarme con compañeros de La Nueva España a los que les pregunto por aquel amable trío calavera. Me cuentan que Saúl sigue como periodista del mismo medio, que Rubén es profesor y renunció hace mucho a dirigir la Asociación de Escritores Asturianos, que Miguel ha dejado el terruño y colgado los guantes de la creación (lo recuerdo como un notable sonetista) para dedicarse también a la docencia...


Pero este puente, del modo más inesperado, ha querido la suerte que me reencontrara con el mismísmo Miguel Postigo en un bar de Madrid. La carambola es demasiado larga de explicar, baste decir que en ella intervienen mi amiga Marucha, su chico, un amigo de éste al que conoció de Erasmus... El caso es que allí, a dos pasos de La Latina, vinimos a coincidir, y a falta de sidrina brindamos con cerveza por aquellos tiempos, y recordamos anécdotas e hicimos somero resumen de lo publicado, e intercambiamos los datos actualizados, tal vez para no usarlos nunca, tal vez como un ritual inútil, porque quedaba demostrado que una década después nosotros, los de entonces, seguimos siendo los mismos.

Antes de despedirnos, le recordé que nunca habían consentido llevarme a conocer su pueblo, Avilés. Tal vez podría ser un buen pretexto para volver a quedar los cuatro, algún día. la excusa de que era un feo lugar parecía superada, ahora que han inaugurado el centro Niemeyer. "Nunca te llevaremos", sonrió Miguel. "Seguirá siendo la demostración de que te queremos bien".

4 comentarios:

S. Fernández dijo...

Estoy que no estoy en mí... En Asturias, tu casa.
S. Fernández

José Havel dijo...

Y, además, en aquella Semana Cultural de la Universidad de Oviedo (mal homenajeada, por cierto) algún visitante que otro se echó incluso novia...

Miguel Postigo dijo...

Pues sí, este reencuentro sorpresa ha sido estupendo, pero me ha sabido a poco. Ojalá haya ocasión de repetirlo pronto... aunque sea en Avilés. Mientras tanto, seguiremos en contacto por estas redes de dios.

Un abrazo muy fuerte.

Miguel Postigo dijo...

Coño, tengo al gran José Havel de vecino de arriba. Otro abrazo para él.

Para S.Fernández nada, que ya hablamos ayer.