Últimamente llego tarde a todo, pero ahí va un post pendiente:
Esta semana pasada recibí la feliz noticia de que le han concedido a Manolo Bohórquez el Premio Nacional de Flamencología en la doble modalidad de Crítica e Investigación. Pocos galardones más merecidos, y explicaré por qué. Siendo el género de la crítica ingrato como pocos, en el campo del flamenco es además temerario, porque las mismas pasiones que desata un buen cante pueden convertirse en furia incontrolada ante un juicio negativo. De modo que el profesional del ramo deberá debatirse entre la reseña complaciente y timorata, o sea la traición al lector, y decir las verdades, no siempre amables, y exponerse a cualquier agresión; o, en el mejor de los casos, la pérdida de amistades.
Suerte tiene Manolo de ser hombre alto y fornido, pero lo más curioso es que nunca ha necesitado de su natural corpulencia, pues las más airadas reacciones contra sus críticas (algunas, puedo asegurarlo, demoledoras) no han pasado de tibios reproches. Y es que hay algo más imponente que el físico, y es la legitimidad, esa lentísima conquista que dirime al crítico de verdad del charlatán de feria. A Manolo le asisten por igual el conocimiento (pocas enciclopedias ambulantes del arte jondo como él), el esfuerzo (es capaz de pasarse los veranos yendo de pueblo en pueblo para cubrir los más inverosímiles festivales), la constancia (muchos años en el tajo) y la honradez, pues no se conoce que haya usado su poder para medrar ni hacerse una buena cama, sino para seguir haciendo camino al andar.
Por si fuera poco, Manolo es un estudioso hecho a sí mismo. Un buen día bajó del andamio y se dispuso a bucear entre polvos de hemeroteca y discos de pizarra para demostrar que no hay mejor técnica de estudio que la pasión y la curiosidad, ni saber que no se haga asequible por esos dos caminos. Y aún hay algo más: la enorme generosidad de Bohórquez, su permanente disposición a compartir conocimientos e incluso a conceder que los profanos tengamos algo que aportar a la conversación.
Se dice que el mayor piropo que se puede tributar a un crítico es que no se casa con nadie. Lamento no poder aplicárselo a Manolo, porque yo mismo asistí a su boda, en segundas nupcias, en Arahal. Fue una hermosa noche, llena de arte como cabía esperar, y aunque todos sabíamos que Bohórquez se cantiñeaba con solvencia, nunca imaginamos que pudiera hacerlo tan bien. Mejor, desde luego, que mucho cantante que anda por ahí roneando de flamenco. Me quedé con una letra, creo que un fandango de El Carbonerillo -ustedes me corrigen si yerro- que suelo silbar de vez en cuando:
Como el mármol me quedé
me enteré que te casabas
y a Dios le pido llorando
que tú te cases y vayas bien...
Enhorabuena por el premio: a la Cátedra de Flamencología de Jerez, claro, que sale prestigiada por tener a Manolo en su palmarés.
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