viernes, 19 de septiembre de 2008

Madonna: el crepúsculo de los dioses

Me lo han preguntado mucho estos dos días, "¿Qué tal Madonna?", y me temo que he decepcionado a más de uno diciendo que no me entusiasmó. Tras la fuerte impresión inicial, que apenas se prolongó tres temas, el concierto empezó a decaer para mí, en parte porque no conocía un montón de canciones, en parte porque empezaba a darme cuenta de que el espectáculo -cuántas veces habremos oído últimamente esa palabra, cuántas las habré escrito- no iba a cumplir mis expectativas. A una cantante se le pide, qué menos, que cante, y de eso hubo muy poquito. A alguien a quien reservamos la consideración de reina, diva o incluso diosa, se le exige el prodigio, pero éste no compareció. Hubo, desde luego, juegos de luces, pantallas gigantes, bailarines (Víctor Ullate, que andaba por allí y algo sabe de esto, dijo que no eran gran cosa), un rolls royce en escena y mucho watio en los altavoces. Pero un concierto, en mis tiempos, era el espacio donde los músicos se la jugaban alegremente, como los actores en el teatro. En el verdadero directo es imposible que dos conciertos sean iguales, porque los ánimos de los intérpretes nunca lo son de un día para otro, la inspiración tampoco, y del chispazo genial al pinchazo están abiertas todas las posibilidades. Cada vez hay más artistas que graban en riguroso directo, porque ahí marcan la diferencia y ponen a prueba su solvencia y su sensibilidad.
Madonna, que tiene su nombre inscrito con letras de pedrería fina en la historia del pop, prefiere tener a sus músicos escondidos -sólo los saca un ratito, para lucirse ella en pose rockera, y luego los vuelve a ocultar-, también a las chicas que cargan con el peso de sus coros, y apuesta por lo visual en detrimento de lo sonoro. Le funciona, le cunde, arrastra multitudes tras su estela. Y sin embargo, después de escribir mi crónica, de vuelta a casa, iba pensando -con un poquito de nostálgica pesadumbre- que la era de los dioses está a punto de periclitar. Bienvenido sea el tiempo de los seres humanos, que no viven en una cuadrícula, que no mandan a nadie a Gibraltar para que le traiga su botella de agua favorita, que aciertan porque también saben equivocarse.

1 comentario:

Patricia Miranda dijo...

esta cronica me ha encantao!! la he disfrutao montones! que rico leerte siempre mi Alejo! yo he estao complicaisima con la mudada, pero ya por suerte lo tengo todo organizado y dispuesto! ah! ya se de que me voy a disfrazar por Halloween, adivina!? de gitana andaluza! no se si venga al caso con Halloween ese disfraz, pero a mi que me importa?! me voy a ver fenomenal! y de seguro nada modesta! te beso y te abrazo...