martes, 16 de septiembre de 2008

De Bienal (I): con Farruquito

Me estrené como cronista de la XV Bienal de Sevilla con una rueda de prensa de Farruquito. Por más que se disimule, nadie pierde de vista la doble circunstancia del personaje, santo y demonio a partes iguales: ejerce la atracción del artista prodigioso, tocado por los dioses, pero incapaz de hacernos olvidar que mató a una persona, y se complicó después en una abominable cadena de marrullerías. Cumplió escrupulosa condena, desde luego, pero sobre él va a rondar siempre la sospecha de no haber saldado, no de veras, sus cuentas con la Justicia.
El caso es que entre los compañeros de los medios, incluso entre los más experimentados, se percibía cierta agitación, la que acompaña sólo a las circunstancias excepcionales. Me hizo recordar el revuelo de hace dos años, cuando compareció ante los micros Capullo de Jerez, que acababa de estar involucrado en un esperpéntico incidente que las televisiones magnificaron hasta la náusea.
Esto era otra cosa. El bailaor, que presentaba su espectáculo Puro -el flamenco propicia extrañas polisemias- , se mostraba llano, natural, pero para mí había algo inquietante en su actitud, un raro ensimismamiento que es patrimonio de la gente más bien despegada de la realidad. Entonces recordé un vídeo de hace muchos años, Bodas de gloria, en el que aparece el abuelo, aquel Farruco terrible y genial, diciéndole a un Farruquito niño que él era especial, que no era como los demás, que el arte le tenía reservada una misión suprema. Creo que Juan ha crecido así, sintiéndose un ser de otra galaxia, viviendo la vida como un largo y dulce sueño en el que él era centro y medida de todas las cosas.
Lo que vino después no fue para él, me temo, sino una ligera alteración de ese estado onírico. Arropado por su familia y sus incondicionales, sobreprotegido como lo ha estado desde el primer beso de luz, que diría Bohórquez, Farruquito se ha reintegrado a su mundo blanco como el escenario de su nueva gira, a su ámbito algodonoso en el que nada, nada malo puede ocurrir.

3 comentarios:

Antonia dijo...

Ale, felicidades por tu crónica de Madonna. Me ha encantado. De todos los medios, la mejor sin lugar a dudas.

Me_llaman_coko dijo...

La verdad es que, como dices, es un personaje al que, tristemente, no sólo se le juzga por su arte, como debería de ser.

Como dice Antonia, felicidades por tu cronica de Madonna, q no te he dicho nada. Me la leí anoche antes de acostarme y me pareció, desde mi humildad, muy buena.

Un saludo

Alejandro Luque dijo...

Gracias Manuelita y Jesús. La paliza que fue ese día y la tensión de escribir a última hora me la compensan saber que hay alguien del otro lado, ¡besos y abrazos!