miércoles, 22 de octubre de 2008

Barcelona (VII) con Karolina Kurzak

Uno de mis temas preferidos de los Ramones dice The KKK take my baby away. Se refiere, como es obvio, al temible Ku Klux Klan, pero yo no puedo evitar cantarlo cuando me encuentro con otra triple Ka, la que delimita el nombre de mi amiga -y anfitriona barcelonesa- Karolina Kurzak. Arquitecta en cierne, pero con mucho futuro por delante, a Karol la conocí cuando ella era casi una adolescente de viaje por Andalucía. Su belleza había dado para ser la portada de una revista de crucigramas, pero su cabeza era ya una maquinaria muy bien engrasada. He conocido pocos casos de vocación como este, y aún guardo en casa un dibujo suyo, previo a su ingreso en la universidad, en el que ya se dejaba ver y pedía paso la soñadora de espacios que hoy es.
Polaca de nacimiento y crianza, pero con un alma en el fondo bien española, me cité con ella un verano en Cracovia. Me encontró tocando el cajón en la calle con unos flamencos polacos que remedaban como podían las falsetas de Vicente Amigo y me subió en un tren con destino a Praga. Los pasajeros nos miraban como debían de mirar en los moteles a Humbert Humbert con Lolita: un tipo bastante ajado con una princesa mucho más joven que él, vaya. Me veo en aquella travesía ferroviaria, aquel viaje al fin de la noche, como si fuera un personaje de Europa, la película de Lars von Trier. Recuerdo a soldados sacándonos del sueño para pedirnos los pasaportes cada dos por tres, y a contrabandistas de alcohol que de hito en hito quebraban sin querer una botella y llenaban los vagones de intensos vapores etílicos.
Otro día hablaremos de Praga. Sólo quiero apuntar lo mucho que aprendí de la mirada de la joven Karol sobre la ciudad de Kafka, ya se proyectara sobre los vetustos palacios o sobre la esquina de la Dancing house de Frank Gehry, que le encantaba.
Esta semana pasada seguí aprendiendo de una Karol que al fin sabe hablar un excelente español, que ha ido madurando a pasos agigantados y que muy pronto va a hacer grandes cosas en la disciplina de sus amores, la que ella eligió hace mucho como medio de vida. No sé qué nos deparará el futuro, pero a mí no me importaría nada vivir en una casa cuyos planos vinieran firmados con un escueto y prestigioso KKK.

No hay comentarios: