Le debo algunas horas de grata lectura juvenil, sobre todo con 'La caja de plata'. Nunca pensé que su autor fuera un señor con chaqueta, corbata y cabello peinado hacia atrás. Tampoco que pudiera tener simpatía con un lector como Aznar. En todo caso, todavía sé distinguir la obra del poeta, y a éste de su imagen pública. Aunque no toda su producción, me gustan sus poemas porque denotan que ha disfrutado de la amistad y ha sufrido por amor. Recuerdo un reportaje del cultural de ABC en el que aparecía recorriendo la Biblioteca Nacional de noche con un candil. En algún momento la oscuridad se disipaba y aparecía el rostro de Juan Manuel de Prada. A mí tampoco me han parecido afortunadas sus declaraciones sobre el 15-M, pero no tanto como para no hacerle esta entrevista.
–Como devoto de Grecia, ¿le duele verla en los telediarios?
–Me duele como cualquier país que sufra, pero no por ser
helenista lo siento más. El país actual no tiene nada que ver con la grecia
clásica.
–Es un acreditado lector de cómics. ¿Qué aprendió de
Mortadelo y el Capitán Trueno que no le enseñara Homero?
–Me enseñaron lo mismo unos y otros: el placer de la
aventura, de la narración, del disparate en el caso de Mortadelo, de la épica
universal en el caso del Capitán Trueno. Todo es lo mismo, en hexámetros o en
viñetas.
–De niño jugó pachanguitas con Chendo. ¿Cuántas veces se ha
dicho que hubiera sido mejor seguir con el balompié?
–La verdad es que no estaba dotado. Soy un fanático de los
deportes, pero sólo los practiqué en mi niñez.
–¿Cuánto pesa el sambenito de intelectual del PP?
–Es un poco aburrido. No tengo carné de ningún partido, me
considero liberal-conservador, pero soy libre como los pájaros, si es que los
pájaros son libres...
–Se le recuerda como letrista de la Orquesta Mondragón. ¿Qué
canción de aquellas sigue cantando en la ducha?
–La que más sonó y vendió, Caperucita feroz. Por cierto,
decía “Yo soy EL lobo”, y no “TU lobo”
–Ahora que ha cerrado el Balmoral, el bar al que dedicó un
disco con Loquillo, ¿donde nos tomamos la última?
–No me hables, ahí has hecho que sangre la herida... Es
verdad que ya no tengo la capacidad de perder o ganar mis horas en una barra
como antes, pero el Balmoral es insustituible.
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