Los primeros recuerdos de Eva Díaz Pérez que tengo son de los tiempos en que cubría el FIT de Cádiz, y más tarde de cuando coincidíamos en Arcos de la Frontera, donde hacía equipo con Morillo y Garmendia, oficiando el gran Bernáldez de 'coach', que perdía la cabeza con ella. Ahora es ya una enciclopedia ambulante de las letras andaluzas del siglo XX. Hasta que aparecieron Sara Mesa y Marina Perezagua, era prácticamente la única mujer narradora -narradora seria y constante, se entiende- de Sevilla, y nos hizo ver que debería haber muchas más. Me admira su capacidad -quién la tuviera- para compaginar las tiranías del periodismo con las exigencias de la literatura de largo aliento. Si tuviera un apellido catalán, a saber dónde estaría a estas alturas...
–Se celebra ahora a Chaves Nogales. ¿En Sevilla se lo toman
todo con tanta calma?
–Desgraciadamente, sí. Y en el caso de Chaves Nogales, la
calma ha sido grave y demuestra cuántas asignaturas pendientes tiene la ciudad
con sus mejores hijos.
–Ha publicado una novela [El sonámbulo de Verdún] sobre la Gran Guerra. ¿La paz no da
tanto juego narrativo?
–Mis novelas siempre van de guerras o problemas graves, tal
vez porque las épocas difíciles, en efecto, dan más juego. Pero es mejor
novelarlas que vivirlas.
–Alguna vez ha dicho que querría vivir en Viena o Budapest.
¿No teme echar de menos las cervecitas de El Salvador?
–No se imagina las ganas que tengo de echar de menos el
Salvador, el sol, los pasos que cruzan por mi calle...
–Larra decía que escribir en España es llorar. ¿Eso era
porque trabajaba de periodista?
–No me cabe duda. Escribir en España es morir, estamos
condenados. La frase es hoy algo más terrible que entonces.
–Hace poco se reeditó su libro sobre el Rocío. ¿Llegaron los
romeros a declararle alguna fatwa, a lo Salman Rushdie?
–No, porque me retiré a tiempo. Cuando publiqué mis
crónicas, recibí amenazas y mi director me aconsejó que no volviera. Aunque
también me respondieron con ninguneo y silencio.
–A ver si va a resultar que los rocieros no son de tan poco
leer como creíamos...
–Si conocieran las crónicas de El Rocío de Chaves Nogales y
Con flores a María de Alfonso Grosso, se reconciliarían con la literatura.
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