domingo, 7 de febrero de 2010

Un rostro


Dejé el libro sobre la mesita de noche con cierto sentimiento de decepción. Push, de Sapphire. Otra historia de marginación, de gente hundida a la que se le tiende la mano, otra historia de superación personal, de redención por la educación y la cultura. Una historia que se ha contado ya muchas veces. Un best-seller americano, en el peor sentido. El hecho de que subraye tan machaconamente los pasajes más escabrosos -la sistemática violación de la protagonista por parte de su padre, del que tendría dos hijos- tampoco iba a conmoverme demasiado.

Sin embargo, la curiosidad me llevó a ver la versión cinematográfica de Lee Daniels. Y bastaron los primeros fotogramas para hacerme un nudo en la garganta que no aflojó hasta los créditos finales. Eso de que una imagen vale más que mil palabras es una gran falacia, pero a veces funciona. Esta cinta es un ejemplo de superioridad del cine sobre la literatura.

Verán, Edmundo Desnoes necesitó 200 páginas magistrales para explicar desde La Habana el espíritu del subdesarrollo; pero a Tomás Gutiérrez Alea, en la pantalla, le bastó congelar el gesto de una negra bailando guaguancó para decir: "ya ven, esto es el tan cacareado subdesarrollo".

Algo similar he sentido al ver a la actriz Gabourey Gaby Sidibe. Su rostro es la encarnación de todos los estigmas sociales: mujer, negra, pobre, poco agraciada y, según el colmo de lo políticamente correcto, horizontalmente desafiante, estúpido eufemismo de gorda. La mirada de esa chica es desoladora. La sospecha de que hay miles como ella, de una inconsolable angustia. Basta su presencia para decirlo todo.

Esta semana, Precious coincidía como estreno de cartelera con Tiana y el sapo, la primera princesa negra de Disney en sus 90 años. ¿Son las divas del Yes, she can, el modo en que la Obamanía va a hacer visibles a muchísimas mujeres que hasta ayer no lo eran? lo ignoro. "Obama -me escribe un amigo desde Estados Unidos, no sin cierta sorna- creía que podía caminar sobre el agua sin hundirse, pero de pronto ha descubierto que se ha hundido hasta cintura". Tiene toda la razón. Pero ya era hora de que alguien se ocupara de todas las Precious Jones del mundo. Valdrá la pena incluso fracasar en el intento.

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