martes, 17 de enero de 2012

Carlos Pujol, dos enigmas


Enigma 1. Cada vez que comparecía el jurado del premio Planeta, nunca faltaba algún compañero novato que preguntara: "Y ése de ahí, el que está entre Juan Eslava Galán y Ángeles Caso, ¿quién es?". Carlos Pujol, que falleció ayer a los 75 años de un derrame cerebral, llevaba más de 30 años trabajando para el gigante de los libros, pero su discreción extrema mantuvo su nombre hurtado al gran público, a pesar de haber escrito casi 90 títulos, sin contar sus innumerables prólogos y sus traducciones de gente como Balzac, Stendhal, Baudelaire o Chautebriand.

Curiosamente, sus obras más personales no las publicó en Planeta, donde ejercía de enciclopedia ambulante y consigliere de José Manuel Lara, sino en sellos como Pre-Textos o Edhasa, e incluso más modestos como Menoscuarto o Cálamo. ¿Por qué optó por publicar fuera de "su casa"? ¿Creían en Planeta que no era un autor rentable? ¿Creía Pujol que traía más cuenta ser cabeza de ratón que cola de león? De hecho, ayer mismo el escritor Jesús Ortega recordaba en su blog que algunos memorables libros de Pujol, como su ‘Cuaderno de escritura’ y ‘Tarea de escribir’, seguían vendiéndose en la web de Pamiela al imposible precio de...1, 15 euros.

El barcelonés, que cada año veía desde su escaño de jurados hacerse millonarios a otros escritores, sabía bien que hay libros que valen más de lo que cuestan. Acostumbrado a vivir en los márgenes como autor, fue capaz de armonizar su avasalladora erudición con la frescura y la ligereza del mejor best-seller en novelas recientes como Los fugitivos, Fortunas y adversidades de Sherlock Holmes o El teatro de la guerra, y verter una sensibilidad exquisita en poemarios como El corazón de Dios. Por eso, cuando alguien preguntaba en las ruedas de prensa quién era aquel tipo de tez pálida y gafas de pasta, sólo se podía responder una cosa: el mejor escritor de la mesa.

Enigma 2. En Los fugitivos, novela que tuve el gusto de reseñar para la revista Mercurio, hay al final un listado de personajes, a modo de guía para el lector. En él encontré esta curiosa anotación:

Fulvio, camarero. Sabemos de buena tinta que su apellido es Abbate.

Al leerlo me llevé una sorpresa, puesto que Fulvio Abbate es una persona real, un escritor siciliano afincado en Roma -donde transcurre la novela de Pujol-, que escribe libros tan curiosos como Pasolini contado a los niños, y cuelga en la red una suerte de videocolumnas muy locas que él llama Teledurruti, y en las que finge hablar con frenillo.

Me pareció del todo inverosímil que se tratara de una casualidad, por lo que me acerqué a Pujol al término del último premio Fernando Lara y, después de felicitarle por su obra, le pregunté al respecto. Tímido como era, negó conocer al siciliano con una rápida evasiva, pero tampoco me dio una explicación convincente de ese críptico detalle. Si hay un secreto en ello, ayer se lo llevó para siempre.

Tendré que preguntarle al propio Fulvio, si encuentra un rato para mí entre sus emisiones de "Teleduguti".

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