martes, 6 de diciembre de 2011

Puente en Madrid (I) Aguirre, la Magnífica



De todos los premios bien dados con los que ha venido a despedirse de su cargo la errática ministra de Cultura, ninguno me ha dado tanto alegría como el Nacional de Poesía que ha recaído sobre Paca Aguirre. Esa misma tarde decidí mandar a hacer puñetas la famosa objetividad periodística y, lo reconozco, hice una crónica que más bien parecía una carta de amor. Como no me desdigo ni una línea de lo publicado, adjunto el enlace aquí.


¿Exagero? Compruébenlo ustedes mismos. Asómense a las páginas del libro premiado, piérdanse en el Ensayo general, estremézcanse con La herida absurda, rían y lloren con Espejito, espejito... Y luego, en efecto, pregúntense cómo ha pasado toda la vida sin tener noticias de esta autora, quién se la ha estado escatimando tanto tiempo. Yo me pregunto en qué han estado ocupados los críticos que nunca han escrito sobre Paca, quiénes han colonizado tanto papel en los suplementos para que casi no hubiera sitio para ella.


Me preocupa especialmente el papel que han desempeñado las defensoras de la poesía hecha por mujeres en España, la mayor parte de las cuales han guardado un inquietante silencio alrededor de la obra de Paca. ¿Acaso había apuestas más estratégicas que defender? ¿Banderas más convenientes que enarbolar? Qué más da especular con eso ahora: las buenas noticias lo barren todo. De lo que no me cabe duda es de que la llamada poesía femenina también se dignifica y engrandece, y mucho, con este reconocimiento.


Ayer regresé a la casa de Ríos Rosas donde siempre, siempre, a cualquier hora, en verano como en invierno, he recibido cariño y hospitalidad. Allí me encontré otra vez a Paca, con su mala salud de hierro, allí estaba Félix, fumando deleitosamente y recordando cosas de Luis Rosales y de Paco de Lucía. Al rato llegó Lupe, y Paca sacó un poema que acababa de escribir, un poema de encargo para un libro colectivo, y lo leyó despacito, con extrema humildad, sometiéndolo a nuestro juicio. ¿Qué pega le íbamos a encontrar nosotros a esos versos desnudos, rotundos como golpes en las puertas de la conciencia? Sólo pedirle que continúe, que siga escribiendo, y parece ser que tiene como tres o cuatro libros terminados y esperando el beso de la imprenta, lo cual es un motivo para la alegría y la impaciencia a partes iguales.


Lo mejor del Nacional de Poesía, del que apenas hablamos ayer, es precisamente eso: que después de hacernos dar saltos de alegría a muchos, ha pasado a un segundo plano, desplazado por nuevos poemas, nuevos libros, nuevos pasos en un camino que no tiene nada que ver con los oropeles y las medallas. A veces no está de más que les den premios a nuestros poetas favoritos para que nos demos cuenta de que no les hacían ninguna falta.

No hay comentarios: